Jean DeWolff, la capitana de policía DeWolff, era uno de
esos personajes que, sin aparecer mucho en las páginas de las colecciones
gráficas de Marvel Comics, había logrado captar atención de los lectores. Esto,
en parte, se podía deber a que en el mundo gráfico eran muchas las féminas que
poseían un espíritu lacónico y apocado, además de ser fácilmente mangoneadas por
los demás. DeWolff era todo lo contrario y, además, había logrado sobresalir en
una profesión mayoritariamente masculina, cargada de testosterona.
Su primera aparición en Marvel Team-up# 48 (MTU) sentada sobre
la lápida de un cementerio -ante los atónitos ojos del trepamuros y Iron Man-
dejaba, bien a las claras, la actitud vital de la aguerrida capitana del
distrito 37 de la ciudad de Nueva York. Por aquel entonces, Jean DeWolff poseía
dos pasados distintos, merced a los errores de coordinación de la Casa de las Ideas.
En un principio, el personaje era la hija del comisario general de la policía de
Nueva York, Phillip DeWolff. Ambos mantuvieron siempre una tensa relación, dado
que el padre acusaba, de manera velada, a su hija de la muerte de su esposa,
muerta ésta al nacer la niña. Además, Phillip DeWolff nunca disimuló su
predilección por su hijo Brian, primogénito y blanco de todas las atenciones
paternas, en detrimento de su hija pequeña.
Al final, sería Jean quien seguiría los pasos de su padre,
tras la aparente muerte de su hermano Brian, a pesar de las críticas y el
ambiente hostil por el que siempre se movió la vida de Jean DeWolff. Lo cierto
es que, tras su primer y movido encuentro con Spider-man (MTU# 48-51) Jean
DeWoff se convirtió en una suerte de enlace “no oficial” del departamento de
policía para con el denostado Spider-man, siempre en el objetivo de los
editoriales vomitados por J.J. Jameson.
El segundo origen, a ojos de Marvel Comics el oficial y definitivo, lo aportó el genial
guionista Peter David, durante su estancia en la serie Peter Parker: The Spectacular
Spider-man (SSP). David transformó el primer pasado de la capitana en otro, no
mucho mejor e igualmente condicionado por su relación paterna. Tal y como se
puede leer en el número 107 de dicha colección, Jean era la hija de un
matrimonio separado, cuyo padre, el agente DeWolff respondía al estereotipo de
“policía machista y amante de tirar de revolver sin que le temblara por ello el
pulso”.
Tras la separación, Jean se quedó con el apellido paterno y
con su madre, quien no dudaría en perder de vista el DeWolff al casarse de
nuevo. Una vez aceptado el cambio familiar, Jean encontró en su padrastro, el
también agente de policía Carl Weatherby, el padre que nunca había tenido y su
admiración por él inclinaría la balanza vocacional de la niña hacia la carrera
policial, en contra la opinión de su madre.
Del agente Carl Weatherby Jean DeWolff aprendió no sólo a
ser una buena policía, sino a no sonreír nunca, seña de identidad aportada por
el guionista Bill Mantlo décadas atrás y que Peter David no quiso olvidar,
mientras rescribía el currículum vitae de la capitana de policía para el arco
argumental titulado The Death of Jean DeWolff (SSP#107-110, octubre 1985-enero
1986)
Aunque, originalmente, la historia no se llamaba así, David
no tardó ni tres páginas en mostrar que aquella historia tenía que ver con la
muerte de la capitana de policía y la de un sangriento psicópata llamado
Sin-Eater (El Comepecados) rompiendo, con ello, buena parte de las normas no
escritas sobre cómo se debe narrar la muerte de un personaje en un relato
escrito.
Por lo general, los personajes suelen morir en medio de una
batalla, un conflicto, o una catástrofe y siempre en las páginas finales de la
obra, recurso que busca el autor para acentuar el dramatismo que de por sí ya
trae aparejado una muerte. Y esta regla se aplica tanto a los héroes como los
villanos, en especial cuando la épica anda de por medio.
Peter David no sólo vulneró esa suerte de dogma estilístico,
sino que, además, planteó la muerte de Jean DeWolff y la de las otras tres
víctimas que aparecen en la historia de una forma clara, directa y sin vuelta
atrás. Vista con los ojos de quien lleva mucho tiempo en esta profesión, La
Muerte de Jean DeWolff podría ser la antesala de series como Criminal Minds,
tanto por la virulencia de la muertes- plasmadas con toda la crudeza posible-
como por el dilema moral que se plantea.
A la vista de los ciudadanos de a pie y del propio Peter
Parker, la persona que se esconde tras el nombre de El Comepecados, el también
agente de policía Stan Carter, es un malnacido que sólo se merece un castigo,
por brutal que éste pueda parecer a los ojos del otro héroe que también
protagoniza el relato, el abogado y vigilante ciego Matt Murdock. Para el segundo,
los delitos cometidos por Stan Carter, el psicópata de la escopeta recortada
que ha sembrado la muerte en su ciudad, merecen ser tratado como los de cualquier
otro delincuente, por difícil que todo este razonamiento sea de aceptar.
La virtud de Peter David es no caer en maniqueas posturas y
abusar de la dualidad blanco/ negro, recurso demasiado manido y más en una
sociedad tan polarizada, antes y ahora, como la norteamericana. Carter es un
psicópata de manual, incapaz de sentir remordimiento alguno y convencido de su
labor de cruzado contra quienes, según él, comete pecados imperdonables. Otra
cosa muy distinta es dejar que Spider-man o los ciudadanos de a pie se tomen la
justicia por su mano, algo que, al final sí ocurre con unos de los personajes
secundarios que aparecen en la historia, Ernie Popchik, que tirotea a un grupo
de jóvenes que tratan de robarle en el metro.
Popchik es también un recurso para que Peter David denuncie
la ola de vengadores callejeros que, durante parte de los años setenta y
ochenta, sacudió las calles de algunas ciudades norteamericanas y que tuvo su
posterior reflejo en la saga cinematográfica Death Wish, protagonizada por el
actor Charles Bronson, el cual aparecerá en la segunda página del SSP# 108,
cortesía del dibujante Rich Buckler, autor del apartado gráfico de toda la
narración.
Nadie duda de las razones del anciano para hacer lo que
hace, sobre todo ante la situación de indefensión que se muestra a lo largo de
la historia, pero, como dirá Matt Murdock, la solución no pasa por uno convertirse
en juez, jurado y verdugo, aunque defender su posición casi le suponga terminar
siendo apaleado por la multitud.
La realidad es que, casi tres décadas después de su
publicación original, la muerte de Jean DeWolff sigue siendo una de las mejores
historias de Spider-man, llena de momentos dignos de recordar, tanto por los aciertos
literarios de Peter David como por el buen hacer de Rich Buckler. Además, las
cuestiones éticas y morales que plantea la historia, así como la problemática
generada por la desmedida implantación de las armas de fuego dentro de la
sociedad norteamericana no han perdido ninguna relevancia sino, más bien, todo
lo contario, en especial tras sucesos como los acaecidos en la escuela primaria
de Newtown, en el estado de Connecticut.
Y si bien el fallecimiento de Jean DeWolff no posee el aura
mística que rodea a la muerte de Gwen Stacy, no hay duda de que su impronta aún
permanece en la memoria de quienes todavía, en pleno siglo XXI, disfrutamos de
la lectura de un buen cómic, sin mayores complicaciones.
Termino esta columna con la noticia que saltó en los medios
especializados en el mundo del fandom, la cual estaba relacionada con un
infarto y/o derrame cerebral que sufrió el guionista Peter David, a finales del
pasado año 2012. Según cuenta el propio
autor, ya está mejor, pero, para quien quiera conocer su situación, le recomiendo
que consulte la web http://www.peterdavid.net/
y, de paso, acuda a su tienda más cercana y adquiera cualquiera de sus siempre
amenas y recomendables obras, como señal de apoyo al guionista- escritor.
Peter Parker The Spectacular
Spider-man #107, page 3 : Death Of Jean DeWolff, Part 1 : Original Sin (10/1985)
Peter David
/ Rich Buckler / Brett Breeding
© Marvel
comics 2013
El gran Peter David es todo lo que un guionista de comics debe ser. El hombre capaz de coger serie en el olvido y convertirlas en flamantes exitos
ResponderEliminar