Hace unos meses -en
febrero del presente año, para ser más exactos- se publicó la entrega número
700 de la colección Amazing Spider-man. Atrás quedan las mil y una peripecias
del vecino arácnido, los sinsentidos editoriales que han jalonado buena parte
de su trayectoria –algunos de los cuales deberían formar parte del “museo de
los horrores” particular del noveno arte- y un personaje que hace tiempo que
traspasó las barreras físicas del formato en el que está impreso para ocupar un
lugar de honor dentro de la cultura contemporánea.
Entre las muchas
historias que han llevado a Peter Parker a ser quien es, hay muchas que, lejos
de ahondar en la vertiente súper heroica del personaje, se detienen en su
personalidad y en cómo la imagen del arácnido puede influir en la vida de los
demás, tanto en el mundo real como dentro del universo Marvel.
Una de esas
historias, la cual ocupa un lugar de honor en el imaginario de los buenos
seguidores del personaje, se publicó en las páginas del Amazing Spider-man# 248 (enero 1984) con guión de Roger Stern y
dibujo de Ron Frenz. The kid who
collects Spider-man nos cuenta la historia de Tim Harrison, uno de los
mayores fan de vecino arácnido, que salta a la palestra como consecuencia de
una entrevista que le hace el columnista del Bugle Jacob Conover.
Tim es un niño amante de las películas de ciencia ficción
–se ha visto la trilogía de La guerra de las galaxias completa, varias veces-
pero que, además, posee una de las mayores colecciones de recuerdos sobre la
figura de Spider-man. En su habitación guarda celosamente álbumes de recortes,
revistas, fotos y todo aquello que tenga relación con las andanzas del vecino
arácnido desde el mismo instante en el que Peter Parker asumió su nueva
identidad.
Bien se podría decir que Tim es un verdadero archivista del
pasado y presente del héroe, muy a pesar del cascarrabias editor del Bugle,
quien dudo mucho que simpatizara con la afición y el empeño del joven por
preservar la memoria de su héroe.
Por todo ello, no es de extrañar que un veterano como
Conover se fijara en Tim para escribir una de sus columnas, un trabajo que
además pretendía hacer de altavoz para que el joven lograra su más ansiado
sueño; es decir, conocer a su héroe en persona.
¡Dicho y hecho! Nada más leer la columna de Conover,
Spider-man se coló por la ventana de la habitación del joven y, una vez que
éste asumió que no estaba soñando, el amistoso vecino arácnido puso todo su
empeño por lograr que su anfitrión viviera una velada inolvidable. Desde
comprobar la enorme fuerza del héroe, pasando por conocer el secreto del fluido
arácnido y terminando con algunos de los momentos más significativos a lo largo
de la historia del héroe, la noche se convirtió en una “montaña rusa emocional”
para Tim Harrison y uno de esos momentos que uno siempre recordará.
El problema es que Tim Harrison no era un niño normal, a
pesar de todo su entusiasmo juvenil y sus ganas de vivir. Quizás por dicha
circunstancia, Peter Parker sí responderá a una de esas preguntas que todo el
mundo se hacía, desde que el mundo conociera al héroe arácnido, y decidiera
contarle quién era, en realidad, Spider-man. Son tres páginas inolvidables, en
las que el lector comprueba el carácter noble y comprometido de un héroe por
casualidad, quien, con el paso de los años, fue adquiriendo todas las señas de
identidad de los héroes con mayúsculas.
¿Y qué era aquello que hacía que Tim Harrison no fuera un
niño como otro cualquiera?...Tim Harrison no era un niño normal, porque estaba
enfermo. Tenía leucemia, y los médicos sólo le daban unas semanas de vida,
justo cuando Jacob Conover le hizo la entrevista.
No nos hace falta ver el rostro de Peter Parker cubierto por
la máscara de la araña para saber que está llorando, encaramado sobre el muro
que circunda el hospital en el que está ingresado Tim.
Años más tarde, en las páginas del Marvel Holiday Special# 1 (1991), el hermano mayor de Tim, Joey, le
confirmará al héroe –y al cascarrabias de J.J.Jameson- el fallecimiento de su
hermano, pero también le expresará su gratitud porque gracias a la visita de
Spider-man, “Timmy murió sintiendo que había logrado alcanzar la mayor meta de
su vida”. El rostro de Joey Harrison, sujetando uno de los cuadernos de
recortes de su hermano, el cual también incluye episodios relacionados con la
familia del editor del Bugle, logrará que, por una vez, Jameson admita que,
incluso Spider-man, puede tener sentimientos nobles y altruistas.
THE KID WHO COLLECTS SPIDER-MAN está compuesto por once
páginas imborrables, sinceras, dignas de figurar en cualquier biblioteca
gráfica y que, de manera más que merecida, se encuentran entre las diez mejores
historias de cuantas han sido escritas sobre el vecino arácnido –y no solamente
porque en su día lo dijera la ya desaparecida, e influyente, revista Wizard.
De la misma forma, A SPIDER-MAN CAROL, nombre del relato que
forma parte del Marvel Holidays Special# 1 antes mencionado, también merece la
pena tenerlo guardado en el imaginario, dado que recoge no sólo el testimonio
de Joey Harrison, sino de otros seres anónimos cuyas vidas dieron un giro,
gracias al empeño del héroe por tratar de hacer las cosas bien. Dichos
testimonios son el mejor bálsamo contra las mentes estrechas e inmovilistas,
sello inconfundible del carácter de J.J. Jameson, por lo menos, cuando se habla
del vecino arácnido.
Ambos relatos demuestran que no hace falta un duende demente
y asesino, arrojando a una joven desde un puente, o ningún clon para volvernos
a todos locos y obligarnos a comprar un sinfín de ejemplares para encontrar una
respuesta a todo aquel galimatías.
Con tan sólo plasmar la tremenda ilusión demostrada por un
niño y su devoción por el personaje, todo terminamos siendo Tim Harrison por
una noche y, después de conocerlo, nunca olvidaremos al vecino arácnido, ni a Timmy, por muchos
años que pasen.
© Marvel Comics, Inc 2013
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